Hambre de información
Un día ajetreado, la transmisión del partido de Italia —¡qué mal jugaron!— pero qué lindas piernas, rostros, hombros… Todo apuntaba a ser un día fuera de lo normal. Conocer a un agradable escritor joven, muy joven de hecho; una novela prometida meses atrás que por falta de tiempo no había sido entregada, y un breve instante entre trabajo y reunión propició el encuentro.
Una charla rápida, apenas entre líneas. Agua de tamarindo en mi librería-cafetería-restaurante favorito, ese espacio donde los libros observan en silencio. Un beso, un “nos vemos pronto”… y el ligero disgusto de no haber recibido la dedicatoria. La novela, sin embargo, cumplió su cometido: encender de nuevo la sangre creadora.
Después vino la reunión, café, pastel, ideas. El regreso. Letras que adelgazaban el libro y escenas que engordaban la imaginación.









