Cuando dejamos de ser individuos y aprendemos a ser equipo
Reflexiones sobre liderazgo, conciencia y trabajo colectivo
Entrar a trabajar a una empresa no es algo sencillo. De pronto uno se acostumbra a ser su propio patrón, a no recibir órdenes y a pensar de forma individual. Pero dentro de una empresa, la dinámica cambia por completo.
Los empleados realizan sus labores bajo parámetros establecidos por la propia organización. Estos parámetros responden a intereses colectivos y a una visión más amplia. El patrón, por su parte, observa otros elementos: que todo funcione, que avance, que se haga bien y a tiempo.
Muchos podrían pensar que decir esto me hace parecer ingenua ante algo tan básico. Sin embargo, resulta interesante observar cómo las visiones, los pensamientos y los intereses de las personas pueden ser tan distintos.
Es como pasar de ser un pequeño reloj a convertirse en una tuerca dentro de un gran reloj. La experiencia es impactante.
Ves personas que corren de un lado a otro: suben, bajan, quitan, ponen. Tú sabes hacer tu trabajo, siempre lo has hecho, pero ahora necesitas coordinarte con muchos otros. Y por más que intento ver jerarquías, cargos u organigramas, lo que veo son personas: seres humanos con miedos, inquietudes, sueños. Percibo su diálogo interior, sus pensamientos.
Hace algún tiempo realicé una actividad en la que se vendaban los ojos de varias personas y se les guiaba en grupo hacia un objetivo. El ejercicio busca mostrar cómo funciona el trabajo en equipo. Ahí se revela algo fundamental: un grupo puede avanzar y lograr resultados si existen dos factores claros —un liderazgo definido y un equipo capaz de interpretar y confiar en ese liderazgo.
Cuando hay dos líderes, suelen surgir divisiones. Cuando hay muchos que creen saber el camino, el equipo termina cayendo. En cambio, cuando existe una estrategia, metas claras, objetivos compartidos y confianza mutua, el equipo avanza más lejos, siempre que el liderazgo sea ejercido por quien realmente sabe.
El mejor líder, sin duda, es aquel que sabe guardar silencio, observar y dar indicaciones oportunas, incluso cuando no es reconocido formalmente como tal.
Lo cierto es que muchas veces no funcionamos así. Basta salir al tráfico para verlo: todos quieren ser líderes, ganarle al otro, imponerse, brillar más. La maquinaria se descompone porque cada quien empuja hacia su propio lado.
Cuando quienes dirigen no tienen preparación, cuando los puestos se asignan por cercanía y no por conocimiento, todo el sistema falla. Y entonces vemos errores cotidianos, grandes y pequeños, que nos afectan a todos.
Si no avanzamos en la misma dirección, al mismo ritmo, con un objetivo común y con conciencia, lo que ya ocurre seguirá empeorando.
El ejercicio de la venda es profundamente revelador. Practíquenlo. Enseña a confiar, a guiar y a dejarse guiar, a enfrentar miedos y a asumir responsabilidad. Es una labor intensa, pero necesaria.
No tenemos muchas opciones si queremos salir adelante: uno ayuda al otro, y todos trabajamos en conjunto.
✍️ Nota de la autora
Este texto es una versión revisada y adaptada de una columna escrita originalmente por Nicté Bustamante (Nykte) y publicada en 2010 en SDP Noticias.
La versión original puede consultarse aquí:
👉 http://sdpnoticias.com/sdp/columna/nicte-bustamante-nykte/2010/05/08/1041046
Esta adaptación forma parte del proyecto editorial El 7 de Nykte – La Flor del Conocimiento, como una reflexión sobre liderazgo consciente, cooperación y responsabilidad colectiva.
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Claridad para quien está listo para mirarse.
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