🤍 El abrazo
El contacto humano como lenguaje emocional y conciencia compartida
Aviso al lector
Este texto reflexiona sobre el contacto humano, el desarrollo emocional y la necesidad del abrazo en distintas etapas de la vida. Aborda el tema desde una mirada consciente, respetuosa y no sensacionalista.
Texto principal
Existen muchas maneras en que los seres humanos nos comunicamos. Para ello empleamos nuestros sentidos: con la boca hablamos, con el olfato olemos, con el oído escuchamos y, de manera profunda y muchas veces olvidada, con el tacto nos vinculamos.
Cuando entramos en contacto con otra persona solemos usar los cinco sentidos, pero dependiendo de la forma en que nos conectamos, uno de ellos predomina. El tacto es, quizá, el más primitivo y el más poderoso.
Al nacer, el ser humano necesita ser tocado. Esto lo confirman pediatras y psicólogos desde hace décadas. Diversos estudios en primates —como los experimentos de apego realizados por Harry Harlow— demostraron que las crías privadas del contacto materno desarrollan conductas agresivas, aislamiento social y retrasos emocionales. Este fenómeno se observa también en seres humanos: niños criados en instituciones donde sus necesidades básicas son cubiertas, pero donde el arrullo y el contacto son insuficientes, presentan dificultades emocionales profundas.
El abrazo es fundamental en el desarrollo humano. En la infancia es arrullo; al crecer, es caricia; en la relación con el padre suele ser más brusco, pero igualmente formativo. Cada forma de contacto desarrolla distintas habilidades emocionales y corporales.
Durante la adolescencia, en la búsqueda de identidad, aparece el aislamiento. El adolescente suele rechazar el abrazo, aunque lo necesita. Si recibió suficiente contacto en la infancia, su búsqueda será menos ansiosa; si no, puede buscarlo de formas condicionadas por el entorno. En esta etapa también despierta la libido, y el abrazo adquiere nuevas dimensiones, a veces confusas.
En la adultez, las necesidades se complejizan, pero el abrazo sigue siendo esencial. ¿Cuántos adultos experimentan alivio al ser abrazados sin que exista una intención sexual? ¿Cuántos anhelan ese contacto como expresión de apoyo, comprensión o simple presencia?
Ante la muerte, el abrazo se vuelve un gesto universal. No siempre hay palabras; a veces basta un “lo siento”. El cuerpo entiende lo que la boca no alcanza a decir.
Sin embargo, muchos no sabemos abrazar. Existe un miedo profundo a ser malinterpretados, a confundir el contacto afectivo con lo sexual. Por ello, en ocasiones evitamos abrazar aunque lo necesitemos. Pero tocar no es únicamente un acto erótico; también es una forma de transmitir cuidado, empatía y pertenencia.
Aprender a abrazar implica aprender a comunicar con el cuerpo. Es posible transmitir apoyo sin deseo, y deseo sin confusión. Reconocer esa diferencia nos libera.
Hoy, como sociedad, vivimos un momento de miedo compartido. Tal vez por eso necesitamos, más que nunca, un abrazo colectivo: uno que nos recuerde que no estamos solos y que juntos podemos sostenernos.
✍️ NOTA DE LA AUTORA
Este texto es una versión revisada y adaptada de una columna escrita originalmente por Nicté Bustamante (Nykte) y publicada en 2010 en SDP Noticias.
La versión original puede consultarse aquí:
👉 http://sdpnoticias.com/sdp/columna/nicte-bustamante-nykte/2010/06/30/1070284
Esta adaptación forma parte del proyecto editorial El 7 de Nykte – La Flor del Conocimiento, como una reflexión consciente sobre el contacto humano, el cuerpo y la necesidad emocional del vínculo.
🌸 CIERRE + EMBUDO
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Claridad para quien está listo para mirarse.

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