La disciplina de la sonrisa
Un día miraba un árbol y me pregunté si podría ser feliz. Caminando por la calle observaba los rostros de las personas, buscaba una señal, una mueca de tranquilidad que reflejara felicidad. Pero encontraba preocupación, pensamientos absortos, sonrisas ligeras y fugaces, discusiones, prisa. No veía esa serenidad profunda que asociamos con estar bien.
Decidí entonces buscarla en mí. Me miré al espejo y tampoco la encontré.
Comencé a forzar mi risa. Obligaba a las comisuras de mis labios a subir, intentando provocar aquello que no sentía. El gesto era tan torpe y exagerado que terminé riendo de mí misma. En ese instante, algo se rompió. La risa fluyó, atravesó el cuerpo y, por un momento, la tristeza perdió su dominio.
Pensé entonces en mis circunstancias, en lo difícil del momento, y me dije con claridad: esta sonrisa no resuelve mis problemas, pero no tenerla tampoco.
Así que decidí sonreír. Al principio fue incómodo. Generó preguntas, incomodidad, incluso críticas. ¿Por qué seguía sonriendo? Aun así, me aferré a ella. Con el tiempo, mi entorno comenzó a cambiar.
Cada día fue más sencillo. Dejé de forzarla. La sonrisa empezó a aparecer sola. No reía constantemente, simplemente sonreía. A veces creo que incluso lo hago dormida.
Hoy, cuando me dicen que parezco más joven, respondo: soy feliz.
Cuando me dicen que adelgacé, respondo lo mismo.
Cuando me dicen que me veo bien, vuelvo a responder igual.
Sigo preocupándome por el mundo, por la sociedad, por las personas. Continúo observando los rostros serios de quienes caminan por la calle. La diferencia es que ahora, cuando me miro al espejo, reconozco a alguien que ha tomado una decisión.
Cuando estoy triste, también sonrío. Cuando me enojo, me llamo al orden por haber dejado de hacerlo. Hubo un tiempo en que pensé que jamás volvería a sonreír. El dolor era tan profundo que parecía definitivo. Hoy sé que mi sonrisa no depende de lo que ocurre afuera, sino de una disciplina interior.
Eso no significa negar el llanto ni el abrazo cuando son necesarios. Significa saber que, en cuanto es posible, la sonrisa puede volver a su lugar.
La felicidad no es una circunstancia a la que se llega.
Es una decisión que se toma por dentro.
Uno decide ser feliz ahora y, consciente o inconscientemente, ajusta el mundo para sostener esa elección.
✍️ Nota de la autora
Este texto es una versión revisada y actualizada de una reflexión escrita originalmente por Nicté Bustamante (Nykte) y publicada en 2010 en SDP Noticias.
La versión original puede consultarse aquí:
👉 https://www.sdpnoticias.com/sdp/columna/nicte-bustamante-nykte/2010/04/08/1022854/
Esta adaptación forma parte del proyecto editorial El 7 de Nykte – La Flor del Conocimiento, como expresión de la evolución natural de mi pensamiento.
Si este texto resonó contigo, quizá sea momento de escucharte con más claridad.
Acompaño procesos de reflexión y toma de decisiones desde una mirada consciente, práctica y profundamente humana.
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El 7 de Nykte – La Flor del Conocimiento
Claridad para quien está listo para mirarse.

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