miércoles, junio 09, 2010

Cuando la tierra recuerda el amor


Cuando la tierra recuerda el amor

Hace algunos meses realicé una actividad muy especial: una meditación guiada. El escenario era sencillo y poderoso a la vez. Un bosque. En su corazón, un árbol enorme y firme, presente como un eje silencioso.

Sentados alrededor de ese árbol, un grupo de personas observaba su corteza, sus formas, sus detalles. Poco a poco los fui invitando a relajarse. La visualización se centró en el árbol: sentir su savia, recorrer sus ramas, sus hojas, descender hasta la tierra y habitarla.

Al terminar, la experiencia fue reveladora. La mayoría no tenía experiencia meditando; algunos incluso eran escépticos. Sin embargo, sus rostros decían más que cualquier palabra: tranquilidad, claridad, una calma profunda. El comentario más hermoso vino de una mujer acostumbrada a vivir atrapada en el trabajo. Dijo que siempre había creído que no sabía amar, y que gracias a esa meditación descubrió que sí podía sentir amor.

Todos coincidieron en algo: lograron sentir la tierra como un ser vivo. Percibieron una atmósfera de paz. Y, sin ponerse de acuerdo, todos hablaron del mismo sentimiento: amor.

Eso me llevó a recordar mis propios momentos de conexión. Esos atardeceres en los que me siento en la tierra, juego con ella, con la arena, dejo que el pensamiento se detenga. Escucho a las aves, los sonidos del entorno, ese silencio que siempre canta. Y cada vez que me entrego a ese contacto, el sentimiento que aparece es el mismo: amor.

Entonces surge la pregunta:
¿La tierra nos ofrece su amor o somos nosotros quienes se lo entregamos?

Las culturas ancestrales hablaban del vientre materno, del respeto profundo por la tierra, del agradecimiento cotidiano. Nombraban con reverencia: flor venerable, madre venerable, abuela venerable. En esos nombres largos y cuidados había respeto, presencia y amor.

Hoy vivimos tiempos de movimientos, de cambios visibles en la tierra. No desde el miedo, sino desde la observación, vale la pena preguntarnos si el respeto y la conciencia influyen en la forma en que habitamos este planeta. No puedo afirmarlo con certeza, pero sí puedo sentirlo.

Antes de comenzar el fin de semana, te propongo algo sencillo: siéntate en el pasto de algún parque. Coloca tus manos sobre la tierra. No pienses en problemas ni en catástrofes. Solo tú y la tierra. Permite que ese diálogo ocurra sin palabras.

Cuando quieras, cuéntame qué sentiste.

Hoy, como cualquier día, es un buen momento para recordar que la tierra es nuestro hogar. Vivimos en ella y de ella. Tal vez amarla no sea una creencia, sino un acto de conciencia.


✍️ Nota de la autora

Este texto es una versión revisada y actualizada de una columna escrita originalmente por Nicté Bustamante (Nykte) y publicada en 2010 en SDP Noticias.
La versión original puede consultarse aquí:
👉 http://sdpnoticias.com/sdp/columna/nicte-bustamante-nykte/2010/04/23/1032107

Esta adaptación forma parte del proyecto editorial El 7 de Nykte – La Flor del Conocimiento, como expresión de la evolución natural de mi pensamiento y mi voz.





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