Las tres plumas de la combi
Suelo elegir el asiento delantero de la combi. Tal vez sea una pequeña manía, una especie de privilegio imaginario para evitar los asientos traseros diseñados para tres… donde siempre caben cuatro.
Aquella mañana me tocó sentarme junto al chofer, un joven amable con el que, sin saber cómo, terminé hablando del tráfico. La combi avanzaba a paso lento, casi contemplativo. Diez kilómetros por hora pueden dar para muchas conversaciones.
Hablamos de carreteras cerradas, de carriles que parecen estacionamientos y, curiosamente, del drama universal que surge cuando el tráfico se combina con una urgencia fisiológica. Para el pasajero es sencillo: se baja y resuelve. Para el chofer, no tanto.

