El deseo también engaña
Tus labios entreabiertos, la mirada tranquila, sin prisa. Las manos sostienen, los labios prueban, saborean, disfrutan. El movimiento es lento, casi hipnótico.
Mi atención no se despega de esos labios. El placer de observar, de anticipar. Los sentidos despiertan: la vista, el aroma, la imaginación. El deseo crece, se instala, se vuelve protagonista.


