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miércoles, junio 09, 2010

Cuando la música habita el cuerpo



Cuando la música habita el cuerpo

De mañana, temprano, el fresco del amanecer entra por la puerta que da a mi balcón. El ruido de los coches intenta imponerse, pero no logra romper las notas suaves que me acompañan.

Una voz profunda, acompañada de un piano sereno, llena el espacio. Miro al frente. El azul del cielo se despliega y, aunque mi mente trae recuerdos, miedos e ideas, todo se disuelve. El deseo de sentir el día es más fuerte que cualquier pensamiento.

Con el cabello recogido y la piel erizada por el viento, dejo que la voz de Bobby McFerrin envuelva el ambiente con su sencillez magistral. La música recorre el cuerpo, acompasa la respiración, despierta algo profundo y primario. La mente baila con notas complejas y simples a la vez.

La vida también juega (La historia de CHON)


La vida también juega

Más de uno pensará: “Otra vez va a empezar con el rollo del dolor y no sé qué…”.
Pues no. La vida es como un buen platillo: necesita un poco de todo, sin excederse, porque si no… sabe horrible.

Hoy quiero hablar del juego.
Porque la vida, en realidad, es eso: un juego que comienza cada mañana cuando abrimos los ojos.

La disciplina de la sonrisa


La disciplina de la sonrisa

Un día miraba un árbol y me pregunté si podría ser feliz. Caminando por la calle observaba los rostros de las personas, buscaba una señal, una mueca de tranquilidad que reflejara felicidad. Pero encontraba preocupación, pensamientos absortos, sonrisas ligeras y fugaces, discusiones, prisa. No veía esa serenidad profunda que asociamos con estar bien.

Decidí entonces buscarla en mí. Me miré al espejo y tampoco la encontré.

Comencé a forzar mi risa. Obligaba a las comisuras de mis labios a subir, intentando provocar aquello que no sentía. El gesto era tan torpe y exagerado que terminé riendo de mí misma. En ese instante, algo se rompió. La risa fluyó, atravesó el cuerpo y, por un momento, la tristeza perdió su dominio.